miércoles, 12 de enero de 2011

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San Miguel de Salinas
Diecisiete años sin agua potable



Tres mil casas. Compraron una vivienda en un lugar privilegiado, pueden disponer de zona ajardinada, de un clima benigno y todo el sol del Mediterráneo. Pero no pueden beber agua del grifo. Para consumo, higiene personal, o preparar alimentos han de comprar agua mineral. Es la lucha diaria que todavía sostienen miles de residentes en San Miguel de Salinas.
D. P.

Blue Lagoon, El Galán, EagleNest y Blue Hill son algunas de tantas urbanizaciones que crecieron en segunda línea de playa en la década de los noventa en la Vega Baja. Pero a las consabidas carencias de infraestructuras y recortes en el suelo de equipamiento público a costa de realizar más viviendas que caracterizan buena parte de estos residenciales turísticos, se suma una deficiencia vital: No tienen agua potable. Tres mil casas sin agua potable, vendidas con sus escrituras y registro de la propiedad sin una gota de agua potable en pleno siglo XXI. Y así continúan desde hace casi dos décadas.
Según explican los representantes vecinales en esta zona de San Miguel de Salinas conocida popularmente como Las Filipinas, en una casa en la que residan dos personas se realiza un gasto de hasta 50 euros mensuales en adquirir garrafas de agua mineral que se emplean para todo. Desde cepillarse los dientes, hasta lavar la fruta o la verdura, cocinar, incluso asearse, aunque los residentes no tienen más remedio que emplear "lo que sale del grifo" para ducharse y lavar la ropa "que queda con una capa blanca muy sospechosa". Porque gastar más en agua mineral y ducharse con ella sería "inviable" económicamente e "impracticable" en el día a día, explican a este diario mientras muestran cómo tienen que usar cualquier rincón de la casa para almacenar las garrafas de cinco litros que utilizan. Incluso mantienen que la que sale del grifo presenta un olor característico "nada agradable".
Lo más llamativo es que este agua, que fue declarada, gracias a la alerta de la Asociación de Vecinos de San Miguel, no apta para el consumo humano el 17 de junio de 2005 por la dirección general de Calidad Ambiental, se cobra a precio de oro por una empresa que la extrae de varios pozos de la zona y la distribuye sin ningún tipo de impedimento municipal. En una vivienda con dos ocupantes la media de la factura bimensual de agua que se emplea sólo para el baño y el aseo, y la limpieza de la casa, se sitúa en 50 euros, el doble o el triple de lo que cuesta en Torrevieja u Orihuela. Agua en la que reiterados análisis han demostrado la presencia de sales y nitratos (derivados de los productos empleados en la actividad agrícola) por encima de lo sanitariamente permitido. Ningún cartel o advertencia recuerda el bando municipal en el que se tuvo que prohibir en 2005 el consumo de ese agua -el equipo de gobierno estuvo negando durante años que estuviera contaminada-. Bando que no se ha derogado a día de hoy. Los nuevos residentes son advertidos por el boca a boca de sus vecinos de que no se les ocurra ingerir ese agua. Tampoco cuando acuden a contratar el servicio al local de la empresa son puestos en alerta sobre los problemas del agua, ni sobre la citada resolución municipal.

Difícil lo cotidiano
A pesar de la indefensión en la que han sufrido este problema durante años los vecinos -buena parte de ellos parejas de jubilados de centroeuropa y británicos-, es tan evidente que la comisión de peticiones de la Unión Europea, tras cinco años de tramitación de una queja, ha abierto un expediente de infracción a España por incumplir la directiva de aguas. Tras ese tirón de orejas y como ya es habitual en la precampaña electoral a las municipales en San Miguel, el equipo de gobierno ha vuelto a anunciar una solución que pasa por el enganche "provisional" a la red de la vecina Orihuela, condicionado por la Mancomunidad de Canales del Taibilla a la disponibilidad de recursos en ese municipio. Es una situación insólita más si cabe recordando que la principal infraestructura hídrica del sur de la provincia, atraviesa de punta a punta el término municipal en un acueducto subterráneo espectacular que parte de la potabilizadora de La Pedrera para dar de beber a la comarca y a buena parte de la Región de Murcia.
Los vecinos de Las Filipinas se preguntan por qué si solucionar el problema era tan fácil como conectarse a otra red, no se ha hecho antes, y por qué el Ayuntamiento jamás ha actuado para supervisar la empresa que abastece a esta zona ni la ha llegado a sancionar.
"Llevo un año aquí. Es un sitio estupendo, con gente estupenda y un clima genial, muy bueno para la salud. Tengo un alquiler con opción a compra. Pero así no se puede vivir y no me voy a quedar. Lo más cotidiano se hace imposible", explica uno de los pocos vecinos españoles de una zona donde, también por la crisis, se han vaciado muchas casas.

Cortes en el suministro y una red deficiente

A la falta de agua se suma en Las Filipinas las graves deficiencias de la propia red que nada tiene que ver con la del resto del municipio y que en ocasiones ha provocado cortes en el suministro de agua. Por eso la Asociación de Vecinos de San Miguel, asegura que la solución que se está planteando de enganchar con la red de suministro de Orihuela, que comparte calles con el residencial, sólo puede ser provisional porque la las tuberías que dotan Blue Lagoon son de la empresa que suministra el agua no potable y por lo tanto habría que llegar a un acuerdo con la mercantil para renovar la red, o realizar una paralela para que el servicio se pudiera dar en condiciones. El Ayuntamiento aprobó en 2007 solventar el problema proponiendo a un constructor la reclasificación de un suelo a cambio de hacer las obras para transportar el agua desde el casco urbano. El llamativo acuerdo acabó en el juzgado y fue anulado. D.P.

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